Pragmáticamente utilizamos las cortinas como barreras contra el ruido y las prisas, porque es realmente en casa cuando necesitamos desconectar del trepidante día que hemos llevado.
Una vida en muchos casos dañada que la empujamos hacia delante por inercia, viviendo una mentira impuesta por la volatilidad y la obsolescencia programada que el consumismo acelerado nos va marcando.
Caer en esa rueda del hámster es fácil, porque no nos creamos barreras contra el ruido y las prisas que es lo que nos sobra, nos falta más bien silencio y paciencia para ensanchar el tiempo .
Pensar que la vida hay que aprovecharla haciendo muchas cosas es un error, mejor es utilizar formas de desaceleración que nos emancipen de la esclavitud del tiempo y de las bagatelas de las tecnologías.
Evitar las acciones mecanizadas que las tecnologías nos ofrece es una forma lógica de no estar sujetos a lo inmediato, liberándonos del estrés y la presión social.
En realidad la vida que llevamos nos sumerge cada vez más en un agujero sin fin, sin poner medios para aplacar los ruidos y las prisas, llevando un estilo de vida atada al consumismo y los excesos. Son estos excesos los que deberíamos apacentar y moderar para llevar una vida menos estresante y de este modo desintoxicarnos de tanta polución y contaminación acústica.
Mientras tanto las cortinas acústicas seguirán ayudando como barreras contra el ruido y los excesos de las fiestas en la calle, el ruido del tráfico o la exposición permanente por vivir cerca de un aeropuerto.
No podemos acostumbrarnos a ser nosotros mismos las que absorbamos la contaminación acústica, ya que nos provocaremos un malestar psicológico y físico si seguimos viendo como normal el entorno ruidoso que nos rodea.