Todo en la vida tiene vasos comunicantes y con la pandemia del Covid-19 la ausencia de ruido y por consiguiente la desaparición de la contaminación acústica, los olores parecen que brotan con mayor intensidad.
Durante este tiempo las cortinas carecían de utilidad y no hacían falta correrlas, la sensación de paz y de aire puro invitaba a abrir las ventanas en busca de esa ansiada libertad.
Si no, que se lo pregunten a María, la vecina del segundo que antes tenía que cerrar las ventanas para que no se colase el polvo y el humo de los coches, además del ruido infernal que se generaba por el tráfico rodado intenso hacia su vivienda.
Durante el confinamiento se hizo un silencio sepulcral y ahora el aroma de un buen guiso o una barbacoa se apreciaba con mayor intensidad, incluso esos olores no molestaban entre vecinos porque la relación que se mantenían entre ellos era algo nuevo, dejamos de ser anónimos desde el balcón de casa.
Estos son algunos de los efectos secundarios de la pandemia y la bajada contundente del ruido y lo que conlleva la inactividad humana en las grandes ciudades.
Pero no solo los olores se apreciaban más, el paso de las aves y su canturreo ahora son más audibles porque el trastorno de la contaminación acústica ha devuelto cierta paz en las ciudades. Es por ello que determinados animales sensibles al ruido han recuperado cierta normalidad natural en sus biorritmos y ahora son más visibles.
Antes, los efectos de la contaminación acústica creaba una cortina separadora entre el reino animal y los humanos, desplazando algunas especies y haciendo que algunos depredadores sean los que se vieran afectados por la contaminación acústica y por consiguiente sus presas en muchos casos empezaran a crecer fuera de control.
Otro efecto colateral por la alteración de los ecosistemas causada por el ruido es en algunas especies, derivando en una drástica reducción de las mismas.
En estos tres meses de confinamiento hemos tenido las ventanas abiertas mucho más de lo normal, aprovechando el silencio impuesto por las autoridades y roto a las ocho de la tarde con los aplausos que se dedicaban a nuestros trabajadores sanitarios que tanto esfuerzo han puesto al servicio de quien más lo necesitaba.
Ahora que vuelve la nueva normalidad el ruido vuelve a camuflar los olores, porque volvemos a correr las cortinas acústicas que una vez compramos para no solo evitar el ruido, también para tener opacidad a la luz y el poso del aire.
Y de nuevo se vuelve a tener estrés, aunque no a los niveles de antes y éstos empiezan a causar efectos negativos para la salud humana. Por ello el límite recomendado por la OMS como “tolerable” no debe superar los 65 durante el día y los 55 durante la noche.
Ahora valoramos el silencio más que nunca y por eso recurrimos a reacondicionar nuestros hogares con recursos como las cortinas acústicas que no solo actúan aislándonos del exterior, también nos ofrecen nuevas posibilidades decorativas que antes no eran posibles.